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El derecho al aborto es, como todo derecho, un recurso de defensa, de protección de la salud física y moral de la mujer – no es emancipatorio. Es como el descanso dominical o la reducción de la jornada laboral, o el derecho a trabajar , un límite a la destrucción social que entraña la explotación. En la sociedad presente, la energía humana y “los cuerpos” son explotados por el capital y están a su servicio – con sus jornadas de trabajo cada vez más largas, sus ritmos de producción más intensos, la cosificación de las relaciones sociales y con ella la de la mujer, y el desarrollo de las necesidades en función del mercado y la acumulación de capital. La interrupción del embarazo no es de ningún modo una decisión realmente ‘libre’, pues se encuentra determinada por un conjunto de condiciones sociales, que escapan al dominio individual. El derecho al aborto apunta a evitar un daño ulterior mayor, para la mujer o incluso la pareja. Si el capital condiciona la más poderosa de las relaciones humanas, la sexual, a una existencia enajenada, tiene plena justificación el derecho a reclamar la defensa propia contra las consecuencias de esa alineación social. “La autonomía sobre nuestros cuerpos” no será conquistada por el derecho al aborto, no es su propósito, sino por medio de la abolición del capitalismo y la construcción, sobre esa base, de una sociedad "donde el desarrollo de cada uno sea la medida del desarrollo de todos. (es) |