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Tranquilos ojos melancólicos. Un hombrecito débil, delgado de rostro, de orejas grandes y separadas. Tocado de blanco gorro, vestido con rústica tela blanca, lleva los pies desnudos. Se alimenta de arroz y frutas, no bebe más que agua, se acuesta sobre el suelo, duerme poco, trabaja sin cesar. Su cuerpo parece no contar. Al principio nada sorprende en él más que una expresión de gran paciencia y grande amor.... He aquí al hombre que ha sublevado a 300 millones de personas, quebrantado al Imperio Británico e inaugurado en la política humana el movimiento más poderoso desde hace más de dos mil años. (es) |