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Cuando me fui de gira con Jaime, estuvimos por el sudeste asiático, anduvimos por Singapur, por Japón. Yo me volví loco, porque en mi tierra no conocía ni baño, ni sábanas, ni duchas, y de repente me encontraba en hoteles cinco estrellas. En 1992 veía a los japoneses hablando por teléfonos celulares y me parecía que eran tipos de otro planeta. Entraba al baño del hotel, me iba a lavar las manos y no encontraba la canilla, hasta que me dijeron que tenía que poner la mano y listo, el agua salía sola. Cosa ‘e mandinga, decía yo... (es) |