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Si una mujer responde a los deslices de su marido con obstinada virtud y además con un disimulo ostentoso de las faltas conyugales es, casi siempre, porque es éste el doble precio de la captación de la voluntad de aquél; y, desde luego, indicio también de debilidad en el amor. Toda la vida afectiva y sexual de Livia da, además, la impresión de que padeció un defecto común a muchas mujeres ambiciosas, la frigidez. Desde la altura de la frigidez, la mujer intacta, invulnerable a la entrega generosa del alma que supone el verdadero amor, utiliza sus atractivos en pura ventaja para sus ambiciones. (es) |