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Las trescientas setenta páginas fueron una mezcla de invención y de plagio. Inventé demencias y profanaciones y sentí piedad por los humildes. Plagié bastante, como digo. Entre otros libros, Checas de Madrid, de Tomás Borrás, del que hurté muchas páginas. Un día me acerqué a él y le dije: "Oiga Borrás, le he copiado treinta o cuarenta páginas de Checas de Madrid, puede llevarme a la cárcel, pedirme cien millones de indemnización o llevar a la cárcel a fray Justo Pérez de Urbel, que es el que firma el libro que yo he escrito. (es) |