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En Cambridge se me enseñó un método muy plausible para discutir. Nunca personalices, aunque no tengas ningún respeto en absoluto por las opiniones de las personas. Nunca seas grosero, si bien te puedes permitir ser salvajemente grosero respecto de lo que piensa el otro. Esto, para mí, es una distinción crucial: la gente debe ser protegida de la discriminación en virtud de su raza, pero no se puede poner un corral en torno a sus ideas. En el momento en que se dice que cualquier sistema de ideas es sagrado, ya sea dentro de un sistema de fe o una ideología laica; desde el momento en que se declara que un conjunto de ideas debe ser inmune a la crítica, la sátira, el desacuerdo o el desprecio, la libertad de pensamiento se vuelve imposible. (es) |