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Tú no puedes comprender mi tragedia. Verdadera tragedia de quien vive diariamente proscripto de la sociedad y vituperado por los anarquistas... ‘aceptables’. Solamente en contacto conmigo podrías comprenderme y justificar la ira, la actitud, la rebelión contra ciertos ‘anarquistas’. Y no vayas a creer que no amo al compañero, o que sea invadido por el pesimismo charlatán o el anticompañerismo —excúsame estas palabras ocasionales— porque te equivocarías en grande. Quien me conoce íntimamente puede saber de cuanto amor está acorazado mi espíritu. Y es este amor que hace cavar precipicios, el abismo, entre yo y el espía y el calumniador, y no otra cosa, porque sólo aquel que sabe amar tanto puede odiar tanto. Con el tiempo —le dice— mejor nos conoceremos y mejor nos comprenderemos y podrás evaluar así mis odios, mis gestos bruscos, las tempestades que se desencadenan en el corazón e impulsan el brazo y hace decidir la voluntad y la mente. Como sueño, a veces —en el ocio que me obliga la vida actual— con un mundo todo en armonía: cada tendencia basada en su propia iniciativa, sin jamás chocar, sin jamás humillarse, para ser más fuertes en el mañana cuando debamos correr todos hacia la gran batalla de la revolución. Pero son todos sueños. (es) |