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Nuestra sociedad está ahora espantosamente obsesionada con los juegos agónicos como el fútbol y con los personajes de experiencia y destino que son los que la prensa llama 'triunfadores', atletas victoriosos de su destino, al que llegan tras 'grandes sacrificios'. No tengo mucha simpatía por esos sacrificios. Recuerdo que cuando yo era niño, en Anzio, resbalábamos con un cartón debajo del culo por la pinaza de una villa que había comprado mi abuelo con un pinar maravilloso... Aquello siempre era igual, no se acababa nunca, nunca te cansabas... ¿No? No había nada que ganar, ni nada que perder. (es) |