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Pues, sabes, es un fastidio —tener una memoria como la mía— además de una ventaja. Es como, pues, el primer cajón de una puta. Hay tantas cosas allí dentro que no son más que trastos —baratijas, números de teléfono tan antiguas que ya no existen siquiera esos prefijos—. Por ejemplo, puedo recordar la fecha de cumpleaños de toda persona que me lo haya dicho alguna vez. Mi madre también puede hacerlo. Ella te puede decir el cumpleaños de la chica de la que yo estaba enamorado en tercer en 1903. De pasada, sin más. Pero resulta curioso llegar al punto en que tienes que proporcionarles a tus amigos sus propios recuerdos. Bastante tiene uno con tener que vivir con los suyos propios. (es) |