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Aunque después trató de salir de ella, fue Kennedy el que comprometió a los Estados Unidos en una guerra como la de Vietnam, que, además de arrastrarlos a un torbellino de matanzas y crueldad, supuso también la única derrota que los Estados Unidos ha sufrido en su historia, cuando ya la fracasada empresa de la bahía de Cochinos había planteado el peligro de desencadenar un conflicto nuclear. Para asumir la humillación del abandono de Vietnam fue necesario el coraje de Nixon. En suma, me parece que, como campeón de la paz, Kennedy dejó bastante que desear. Y no hablemos de la vida privada, sobre la que los europeos, y especialmente los italianos, somos de la manga ancha, pero los norteamericanos la tienen, en cambio, estrechísima. Frente a las de Kennedy, las transgresiones conyugales y sexuales del pobre Clinton se convierten en pecadillos de seminarista. Para concluir, me parece que del mito de Kennedy ya quedaba poco cuando aquella muerte violenta lo relanzó. Pero cuando las emociones ya se han enfriado, creo que puedo decir que Kennedy fue víctima sobre todo de las promesas que había hecho, por encima de las posibilidades suyas y de cualquiera, y por tanto de las desilusiones que estaban provocando. (es) |