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La anarquía, como concepto político, es una ingenua abstracción flotante: por todas las razones expuestas, una sociedad sin un gobierno organizado estaría a merced del primer criminal que apareciese, quien la precipitaría en el caos de guerras callejeras. Pero la posibilidad de la inmoralidad humana no es la única objeción a la anarquía: incluso una sociedad en la que cada miembro fuese plenamente racional y no tuviese ningún fallo moral, no podría funcionar en un estado de anarquía: es la necesidad de leyes objetivas y de un árbitro que resuelva los desacuerdos honestos entre los hombres lo que hace necesario que se establezca un gobierno. (es) |