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Concedamos que el viejo Pirrón, como se dice en vulgar, no quiera cogerse los dedos en la puerta. Tampoco se explica que, sólo per cautela, prescinda de los goces estéticos. El "qué sé yo" de Montaigne es perfectamente compatible con el buen gusto literario, donde vendría a ser el "no sé que" de. Bien está suspender el juicio. Pero, entonces, podemos admitir aquella "suspención voluntaria del descreimiento", fórmula con que Coleridge ha definito, para siempre, la función de la poesía. (p. 98) (it) |